A LA SOMBRA DEL CUBismo

 

Collage realizado por strpaperwoman

María Blanchard nació en 1881 en Santander en el seno de una familia de la nueva burguesía montañesa. A consecuencia de la caída que sufrió su madre embarazada al bajarse de un coche de caballos, María nació con una cifoescoliosis con doble desviación de columna, lo que condicionaría su vida.  A ella se le atribuye la frase ‘’Cambiaría toda mi obra por un poco de belleza’’ manifestando así  la pesadumbre que le provocó su enfermedad, no solo por el dolor, sino por su aspecto físico tan alejado de la norma estética. Lo que le depararía muchos cotos vedados, y todos los obstáculos a batir para poder volar por el Olimpo de las vanguardias artísticas solo reservado a unos pocos DIOSES.

Isabelle Rivière, amiga y primera biógrafa de María Blanchard, la describió como un pájaro salvaje encerrado en una triple jaula: su “cuerpo torturado”, su “corazón ávido” y “el mundo hostil”.  Ella se distancia de los roles de cualquier artista de la época: mujer,  soltera y sin hijos, y con ese aspecto físico, alejada del deseo masculino normativo, no tuvo que resultarle nada fácil moverse en ese mundo. Pero era una mujer de sobrado talento, y pese a todas las adversidades supo abrirse camino en un mundo tan masculino.

A los 22 años se traslada a Madrid, donde se forma en talleres hasta que logra ayudas institucionales para irse a París.  Ya que su obra es ninguneada en la España de aquel momento y París representa la libertad en todos los sentidos. En Madrid suscita burlas cuando expone en Los pintores íntegros, y un año después en 1916 María Gutiérrez Blanchard abandona España para no volver jamás.  El grupo TOP de la vanguardia la acogieron muy bien, y ella tuvo amistad con “todos los grandes”, todos ellos transcendieron, ella no. Se sumergiría en una intensa actividad creativa alentada por la vida cultural en un París prebélico pero en ebullición. Según lo que revela su correspondencia su amor no correspondido fue Diego Rivera con quien compartiría casa y estudio en París.

Ella fue clave para la segunda vida del cubismo y sus aportaciones a la historia del arte moderno, siendo más audaz que sus coetáneos en los planteamientos plásticos y en el uso de una rica y exaltada gama cromática. Las circunstancias vitales de Blanchard fueron adversas y a ello se unió que algunos de sus contemporáneos (que forjaron la historia de la segunda vida del cubismo) ignorasen su trabajo. La historiografía se basó en aspectos psicológicos y biográficos para interpretar su obra, y su figura fue silenciada. “Durante mucho tiempo su pintura fue interpretada como una compensación de la vida amorosa que no tuvo” dicen algunos historiadores. INCREÍBLE.

Sería en Paris donde su carrera despegara. Pero los años gloriosos desembocan en una profunda depresión, agrandada por el fallecimiento de su amigo Juan Gris y el traslado de su familia a París para vivir con (y de) ella. Encontró consuelo en la religión católica en sus últimos años y murió en Montparnasse a los 52 años dejando atrás una obra rotunda y sincera fruto del coraje heroico con el que afrontó la vida. Su obra y ella misma se desvanecieron de la historia del arte: incluso algunas de sus obras fueron atribuidas a Juan Gris (mal congénito de todas las mujeres representadas en A La Sombra De Un Pino: la autoría de sus obras).

Rocío Martín

 

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